Las ramificaciones del caso Weinstein son como los tentáculos de un pulpo: múltiples y alargadas. Miles de mujeres de todo el mundo han llenado las redes de relatos de abusos sexuales que han sufrido en propia carne bajo la etiqueta #MeToo (Yo también), un movimiento que en realidad nació hace una década y en el que muchas encuentran ahora valor para hablar.
Cuando la actriz Alyssa Milano invitó a mujeres de todo el mundo a denunciar casos de abuso y acoso machista en Twitter hace una semana, no imaginaba que los mensajes se contarían por cientos de miles, pero tampoco sabía que esa campaña por dar voz a las víctimas la impulsó una activista llamada Tarana Burke tiempo atrás.
La chispa: oír un caso de abuso
En 1996, mientras trabajaba en un campamento para niñas, Burke escuchó el testimonio de una menor que había sufrido abuso por parte de un familiar y no pudo hacerle frente. Esa fue la chispa que prendió Me too Movement (Movimiento yo también), centrado en mujeres jóvenes que han sido víctimas de abuso, agresión o explotación sexual.
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